10 de septiembre
La vida de san Nicolás de Tolentino (c. 1245-1305) está firmemente documentada, gracias al proceso de canonización del santo, que se conserva, iniciado en 1325, a los veinte años de su muerte, pudiendo testificar en él 371 testigos que le conocieron y trataron.
Nicolás nació en Sant’Angelo in Pontano c.1245, en una familia con fama de cristianos buenos. Muy joven toma contacto con unos ermitaños que vivían en común bajo la Regla de San Agustín y formaban la Congregación de Bréttino, de gran penitencia. Estos ermitaños serán llamados a formar parte de la Orden de San Agustín, en su nueva configuración jurídica en 1256, en la llamada “Gran Unión”. Con estos ermitaños Nicolás asume un estilo de vida austero y riguroso, que marcará su vida entera, recibiendo una formación seria y profunda. Hacia 1268 ó 1269, recibe la ordenación sacerdotal, en la ciudad de Cingoli, donde posiblemente terminara sus estudios teológicos. Desde su ordenación hasta 1275, fecha de su traslado a Tolentino, pasan unos años difíciles de ubicar en la biografía del santo. Se sabe que, recién ordenado sacerdote, fue maestro de novicios, ejerciendo en años posteriores el ministerio en diversos conventos: Piaggiolino, Pésaro, Recanati, Fermo…
A partir de 1275 Nicolás asienta su conventualidad en Tolentino, donde vivirá los treinta años que le resten de vida, haciendo de esta ciudad su patria adoptiva y vinculando para siempre su nombre a ella.
Su vida religiosa y sacerdotal girará en torno a cuatro núcleos de atención:
La vida común, enmarcada en una práctica ascética, propia de la época, de marcado rigor, herencia de aquellos venerables ermitaños de su juventud. Su presencia en la comunidad es reconocida como virtuosa y meritoria por parte de testigos en el proceso de canonización, que vivieron con él, alguno por más de 25 años. Siempre con poca salud, Nicolás era el hombre disponible, siempre obediente, afable, caritativo, jovial… Para nada un hombre tenso y distante, como pudiera concluirse de los excesos de austeridad que nos transmiten los testigos de su vida.
La vida de oración y estudio. Consta sus muchas horas de oración personal, su asistencia rigurosa a las prácticas comunes de oración, su atractivo en la predicación, la prudencia en el ejercicio de la reconciliación sacramental, etc. Esa aureola de reconocimiento tiene por centro una vida de oración intensa, que no escapa a la comprensión del pueblo sencillo, como consta en muchas de las declaraciones del proceso de canonización.
El ministerio sacerdotal, de marcado carácter sacramental: la celebración de la eucaristía diaria, que atraía a gran número de fieles, por la piedad emanante, por su autenticidad; la predicación, en la que siempre tuvo fama por el mucho bien que producía en todo aquel que le escuchaba; su discreción de espíritu y prudencia pastoral en el ejercicio de la confesión, que buscaban en masa los fieles de Tolentino…
La entrega incondicional a los pobres y necesitados. Consta su dedicación a los enfermos, a los que visitaba con asiduidad; la fama que tenía entre los necesitados, a los que siempre alcanzaba en su caridad.
Después de una vida intensa, vivida desde la oración y la entrega incansable a los demás, sus hermanos de hábito y los fieles destinatarios de su ministerio sacerdotal, muere Nicolás en Tolentino, el 10 de septiembre del año 1305.
Un rasgo destacado de su carácter fue la afabilidad, la simpatía, la amabilidad, que contrastaba con el marcado rigor de vida ascética que marcó sus días. Un fraile simpático, cercano, con sus hermanos y con los fieles, que le admiraban y seguían. Nicolás fue el primer santo canonizado de la Orden Agustiniana y se le ha considerado como modelo entre los hijos de Agustín de Hipona, el icono acabado del fraile mendicante agustino.
Gozó en vida de fama de santo y de taumaturgo, reconociéndose más de 300 milagros obrados por su intercesión. El proceso de su canonización comenzó, como dijimos, en 1325, a los 20 años de su tránsito, siendo canonizado por Eugenio IV el 5 de junio de 1446, en la solemnidad de Pentecostés. Este retraso de la canonización obedeció, según explica el P. David Gutiérrez, a las circunstancias de la vida de la Iglesia envuelta en la crisis del cisma de Occidente.
San Nicolás es recordado y celebrado como patrón de las almas del purgatorio, pues fue un gran predicador sobre la necesidad de orar por los difuntos y ofrecer sufragios en bien de las almas necesitadas de purificación. Tuvo experiencias espirituales sobre esta devoción y en su honor se ofrecen las conocidas como Misas Tolentinas, aplicables a las almas del purgatorio.