23 de enero: Beata Josefa María de Santa Inés de Benigánim

La Beata Josefa María de Santa Inés, nació en Benigánim (Valencia) en 1625. Fue bautizada con el nombre de Josefa Teresa. Sus padres eran unos campesinos humildes, que la dejaron huérfana siendo aún niña, y, recogida en casa de unos tíos que no cuidaron de su formación y la trataron como sirvienta, sufrió malos tratos. Todo ello lo vivió la joven Josefa con enorme paciencia desarrollando una personalidad poco común.
Estuvo dotada de una inusual sencillez y humildad. Cuando con 18 años (1643) ingresa en el monasterio de Agustinas Descalzas de Beniganim, fundadas por San Juan de Ribera. Josefa accede a un mundo de libertad y expansión de su personalidad humilde. Por sus carencias formativas es recibida como hermana conversa, lega o de velo blanco, que así llamaban a las religiosas que, por no saber leer el Oficio divino en latín, eran dispensadas del coro monástico y, a cambio, debían rezar otras oraciones en lengua vernácula, el valenciano en este caso, y encargarse de las tareas comunes del monasterio. Es incontable el número de mujeres que en el desarrollo de las tareas humildes han santificado su vida en los claustros monásticos. Josefa, que amaba profundamente su comunidad, siempre vivió con alegría estos trabajos arduos de la comunidad. Solía decir: «Gracias que me dejan lavar, barrer y hacer algunas cosas en la casa de Dios, pues ni esto merezco». Emitió sus votos religiosos en 1645, tomando el nombre de sor Josefa María de Santa Inés.
En contraste con la sencillez extrema, nuestra beata poseía un espíritu eminente de contemplación, proyectando su vida, en medio de los quehaceres ordinarios, en una constante oración. Y no quedaron encerradas entre las rejas monásticas las noticias de sus virtudes, al contrario, su nombre se expandió en vida entre los valencianos y en otros lugares, llegando incluso a la corte de Madrid. Poco sabía sor Josefa de las cosas de este mundo, pero estaba dotada de un conocimiento de profunda humanidad, fruto del alto espíritu de piedad.
De hecho, por su elevado equilibrio interior la comunidad la destina a hermana de coro en 1663, manteniéndose firme en labores humildes y potenciando con su alegría y dedicación la perfecta vida común.
Más allá de su espiritualidad tan destacada, sobresalió por su obediencia alegre y por su amor a la comunidad. Inmersa en la oración Dios le favoreció con una especial sensibilidad por el prójimo y sus necesidades. Eran muchos los que buscaban su favor de intercesión y le pedían oraciones y consejo, incluso «personas de elevados cargos que a ella acudían a consultarle los asuntos más arduos de su vida y gobierno». Y a todos respondía con gran acierto en el arte del discernimiento y ejerciéndose en penitencias de comunión con su prójimo sufriente, así como por las almas del purgatorio, de las que era muy devota.
La devoción de los fieles le acompañó ya en vida, falleciendo en olor de santidad el 21 de enero de 1696, fiesta de Santa Inés, virgen y mártir, a quien siempre expresó profunda devoción. El Papa León XIII la beatificó el 26 de febrero de 1888.
El cuerpo de la beata Josefa María de Santa Inés se conservó en el monasterio de la Purísima, san José y beata Inés, de Madres Agustinas Descalzas de Benigánim, hasta los años cruentos de la guerra civil española, en que fue destruido el monasterio y profanados y esparcidos por el huerto los cuerpos de las religiosas fallecidas. Nada se sabe del desaparecido cadáver de la beata.
Tras la guerra civil fue posible la restauración del conjunto monástico, recuperándose la vida común agustiniana. Hoy una entusiasta comunidad de hermanas mantiene viva la memoria de la beata y el fervor popular que se le profesa, manifiesto de manera especial, en su festividad anual del 23 de enero.
Oración:
Oh Dios, que adornaste a la beata Josefa María con inocencia de vida, sencillez de corazón y dones admirables de tu gracia, haz que, a la luz de su ejemplo, demos con la humildad de nuestros servicios válido testimonio de fe. Por Jesucristo nuestro Señor.