Se venera su imagen en el camarín central del retablo principal de esta iglesia.

El título de Nuestra Señora del Socorro (Mare de Déu del Socors) es uno de los más antiguos con que los agustinos veneran a la Madre de Dios. Sobre él escribe el P. Félix Carmona:

Acerca del origen de esta advocación, tenemos datos en la tradición de la Orden que se remontan al año 1300 y 1306. El inicio de la devoción y difusión de la misma se atribuye al beato Nicolás Bruno de Messina, prior del convento de agustinos de Palermo en la isla de Sicilia.

La otra parte de la leyenda la recoge el P. Jordán con todo su colorido. Se dice que una madre de Palermo, atormentada con el llanto de su hijito enfermo, en un momento de desespero, dijo: «que te lleve el demonio». En esto aparece el diablo en figura de monstruo y se llevaba a la criatura. Horrorizada la afligida madre, invocó a la Virgen y exclamó: «Virgen santa, Madre mía, socórreme». María acudió en su ayuda ahuyentando al enemigo infernal con un palo, mientras acogía al niño bajo su manto. Entró en la iglesia de los agustinos y vio que la Señora era como aquella imagen que el P. Nicolás llamaba del Socorro.”

Esta devoción atravesó el Mediterráneo desde Sicilia y entroncó en las comunidades agustinianas del Levante español, en concreto en la Provincia del Reino de Aragón. De allí pasó al Nuevo Mundo, extendiéndose por la América hispana, gracias a la labor de los misioneros agustinos.

La fiesta de la Virgen del Socorro se celebra el 13 de mayo, coincidiendo con el inicio de la novena en honor de Santa Rita de Casia.

La Mare de Déu del Socors en Palma de Mallorca.

La devoción a la Virgen del Socorro entra en Mallorca de la mano del P. Joan Eixarch, restaurador de la presencia agustiniana en la Isla. Del P. Eixarch, dice el P. Carmona que era “nacido en Valencia, militar de la Corona de Aragón en Italia, donde cambió el uniforme de las milicias reales por el hábito de agustino. Comisionado por el P. General de la Orden, Fr. Antonio Coroliano, para extender la regular observancia agustiniana, llegó acompañado de un grupo de hermanos observantes. Fiel devoto de la Virgen María en la advocación del Socorro, cuya venerada imagen había conocido en Palermo.”

La Virgen del Socorro (Mare de Déu del Socors) es, pues la titular del Convento e Iglesia de Palma de Mallorca, desde finales del siglo XV. En el retablo principal de la Iglesia se da culto a la imagen titular, una bellísima escultura del siglo XVI.

“Se trata –indica el P. Carmona- de una escultura «de alabastro muy fino, de admirable hechura», en expresión del historiador P. Jaime Jordán, según el cual mide ocho palmos y medio, en nuestra medida 136 cm. No se conoce el autor, pero el mismo P. Jordán testifica que fue encargada a un taller de Sevilla por una rica mujer, llamada la Masipa, conocida en Palma por su vida airada que, arrepentida de sus devaneos, la obsequió a la iglesia de Nuestra Señora del Socorro. Fue un gesto de gratitud, pues se había sentido favorecida de la Santísima Virgen, bajo esta advocación, a la cual había acudido en demanda de salud ante una grave enfermedad sufrida.

Por los datos existentes, la donación debió de acontecer a finales del siglo XV, o más bien a principio del XVI. Jordán dice simplemente: «La dio [la citada Masipa] al convento antes de su traslación dentro de la ciudad». El citado documento de la nueva fundación del convento de Nuestra Señora de Itria, asegura que el 4 de agosto de 1544 fue llevada y colocada en el altar de la capilla de Nuestra Señora de Gracia. De hecho, pues, estuvo unos años en la primitiva iglesia del Socorro extramuros.

Es una imagen claramente renacentista. Tiene al Niño Jesús desnudo sobre el brazo izquierdo, mientras cobija bajo su manto, de finos pliegues, a un niño perseguido por el diablo, al cual la Virgen ahuyenta con una maza que blande en la mano derecha. Tanto la madre como el hijo, que llevan sendas coronas de plata, muestran una expresión dulce en el rostro.

La dulce Madre del Socorro tiene en esta iglesia de PP. Agustinos de Palma su casa y solar. Y ella alienta en la fe, acompasa en la esperanza y ampara en la caridad a sus hijos y fieles devotos con fidelidad de Madre, con la fuerza del testigo fiel del evangelio.