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Cincuenta y cinco años después de la exclaustración vuelven los agustinos al solar de sus mayores. Por directa intervención del obispo de la diócesis, Don Jacinto María Cervera i Cerver, se devuelve a la Orden las dos iglesias, del Socors y dels Desamparats y la casa adjunta sobre la sacristía del templo, que había servido como vivienda al custos o sacerdote encargado del templo, una vez fue desamortizado el convento y que era lo único que quedaba de él, aparte de los templos.

Los agustinos llegan desde el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial donde realizaban, desde 1885, una extraordinaria labor docente e investigadora desde la Biblioteca Real, el Real Colegio Alfonso XII y la Universidad María Cristina, y una fecunda acción pastoral desde la Real Basílica escurialense, todo ello bajo patronato real.

La vuelta a Palma viene avalada por personajes singulares de la vida palmesana en los finales del siglo XIX: el Sr. Conde de España, D. José de España y Rossiñol, secundado por su hijo y heredero, D. Fernando de España y Truyols. La Casa de España siempre estuvo muy vinculada a la Orden Agustiniana y fueron insignes bienhechores de la misma.

Y un hombre de iglesia, el canónigo de la Catedral de Palma, Mn. Magín Vidal, que intervino en los trámites ante el Obispado y la Casa Condal, facilitando la vuelta de los agustinos, llegando a pagar de su propio peculio la adaptación de la casa cural para acoger a una comunidad religiosa.

El primer religioso en llegar fue fray Santiago Cuñado Saldaña, religioso burgalés, no sacerdote, entendido en las artes de arquitectura, escultura y pintura, que vino desde Valladolid a dirigir las obras de adecuación de la residencia de la comunidad.

La reinstalación se produjo el 28 de agosto de 1890, con una solemne misa pontifical celebrada en el Socorro y presidida por el obispo Cervera. Desde el primer momento la comunidad sirve pastoralmente desde la iglesia del Socorro, retomando el latido agustiniano cuantas devociones seculares propias se recogen en el templo, entre las que sobresale –y con mucho y hasta nuestros días- la devoción a Santa Rita de Casia, monja agustina del siglo XIV, reconocida como “abogada de imposibles”, de gran fervor popular entre las gentes de Ciutat i la Part Forana.

La presencia de los agustinos en la Palma de finales del siglo XIX atrae la atención y el aprecio de los fieles. Los religiosos sirven en su iglesia, pero no rechazan ninguna petición de predicación de cultos de devoción popular, e incluso intervenciones en foros de carácter cultural, siéndoles reconocida una alta consideración a su preparación y bagaje cultural.

No es extraño que, meses después de iniciar su presencia, sea la misma sociedad de Palma la que pida a la comunidad que establezca un colegio de segunda enseñanza en Ciutat, a modo del –ya con fama- colegio escurialense, contando esta iniciativa con el apoyo directo del obispo.