beato

Mauricio, hijo de Miguel Proeta y Eleonor, nace en Castelló d’Empúries (Girona), a comienzos del siglo XVI. Su padre ejerce el oficio de tintorero, circunstancia ésta que se vinculará a la fama del beato.

Toma el hábito de San Agustín en el convento de Santa María Magdalena de Castelló d’Empúries, donde profesa e inicia sus estudios eclesiásticos, que completará en las universidades de Barcelona y Lleida, doctorándose en teología, gracias a ser becado por los Jurados de su pueblo natal. En la vida común fue un hombre probado en la humildad y la paciencia y de su natural brotaba el ser muy querido por cuantos le trataban. Una vez sacerdote ejerció el ministerio de la predicación por tierras de Catalunya.

Habiendo desarrollado una profunda vocación misionera y martirial fue destinado por la obediencia a las tierras de Berbería, siendo fama que, a pesar sufrir persecuciones, cosechó muchos frutos en su apostolado evangelizando por Argelia y Túnez.

Volviendo a su convento de Castelló, muy enfermo, en una parada de la nave en la Isla de Mallorca, falleció en el convento de Palma de Mallorca en 1546.

Fray Mauricio Proeta murió con fama de santidad, de hecho –en vida- las gentes le llamaban “el beato” por su mucha piedad. Su culto como beato se extendió desde Castelló d’Empúries por Catalunya, teniendo el reconocimiento de varios obispos, pero sin beatificación oficial. Su fiesta se celebra el 20 de febrero.

Desde 1550 una imagen suya era venerada en la habitación donde había nacido, denominada “Cambra del Frare”, que su madre había donado a los agustinos.

En la iglesia del convento de Castelló se le dedicó una capilla propia, que fue destruida en 1936. En esta capilla colgaban numerosos “ex-votos” en reconocimiento a los prodigios que obraba la intercesión del beato. Uno de ellos –curioso por los elementos de “agustinidad”- es el referente a un niño, que jugando en el patio de su casa, cerca de su madre y otros familiares, cayó al pozo. La madre invocó a Mauricio y, al instante, subió el nivel del agua, pudiendo el niño sentarse en el brocal, sin haber sufrido lesión alguna. Este hecho recuerda aquella intervención de San Juan de Sahagún, en Salamanca, en el milagro conocido como “del pozo amarillo”, aunque allí fue la acción de la correa agustiniana y la fe profunda del agustino la que hizo posible el hecho portentoso.

El Beato Mauricio Proeta también es conocido como patrón de los tintoreros de Barcelona, gracias a una piadosa leyenda. Habiéndole encargado su padre que tiñiera unas prendas de ropa, en su ausencia, el joven Mauricio se distrajo. Para evitar el disgusto paterno, con premura, mezcló telas y tintes, todos juntos. Visto el desastre provocado, una vez en presencia de su padre, para asombro de muchos, Mauricio iba sacando cada pieza del color requerido, sin haber hecho falta separarlas, deshacerlas o quitado los forros.

El 19 de febrero de 2012, víspera de su fiesta, en la Basílica de Santa María de Castelló d’Empúries se bendijo una nueva imagen del beato con hábito agustiniano, en una solemne y multitudinaria ceremonia; imagen que fue ofrecida por el gremio de tintoreros de Catalunya.

En Palma de Mallorca, a comienzos del siglo XX, hubo un intento de reactivar su beatificación oficial, con el reconocimiento del culto secular que ha recibido, fundamentalmente en Catalunya. Actualmente no se conoce la localización de su cuerpo.

En octubre de 2019 se colocó en un lateral de la capilla del Niño Jesús de Praga, dentro del artístico conjunto de Siete Capillas o Capilla de San Nicolás de Tolentino, una imagen sobre lienzo del Beato con una placa de mármol conmemorativa, que recuerda su paso por Palma y tránsito al cielo.