iglesia

San Nicolás de Tolentino es patrón de las almas del Purgatorio. Por diversas experiencias de vida el famoso predicador y taumaturgo extendió por todo el centro de Italia su convicción en la fuerza regeneradora de la oración y el sufragio por los difuntos. Su época estuvo marcada por el desarrollo de la teología del Purgatorio.

En una de esas experiencias personales, Nicolás celebró siete misas en sufragio de un religioso difunto de su convento, amigo suyo. Y tuvo la certeza moral de su salvación, librándose de las penas purgatorias. Nicolás murió con gran fama de santidad. Y a los agustinos les fue concedido el privilegio tolentino: La prerrogativa de celebrar siete misas en sufragio por un difunto, en altar dedicado al santo, con permiso del Prior General de la Orden Agustiniana. Estas siete misas –conocidas desde el principio como misas tolentinas- podrían celebrarse al mismo tiempo, en el mismo día, por siete religiosos agustinos. A esto obedece la estructura de estas siete capillas. Siete altares contiguos, donde al mismo tiempo, en el mismo día y a la misma hora, se pueden aplicar las siete misas por un difunto. Original estructura, pues, la que surge, con una función litúrgica propia de la Orden Agustiniana. Este modelo –que conozcamos- se repite también y sólo en la iglesia del convento de San Agustín de Felanitx (Mallorca).

Las misas tolentinas tienen las mismas indulgencias, concedidas por la Santa Sede, que las conocidas como misas gregorianas.

Todo esto hay que enmarcarlo en el barroco, con todo lo que supone de expresión exuberante de la liturgia, acompañada por una teatralidad característica. La capilla de San Nicolás de Tolentino hay que imaginarla en todo su esplendor barroco, al comienzo del día –no se celebraban misas por la tarde-, con el ritual propio de siete misas individualizadas. Se sabe que en su día los agustinos mandaron fabricar siete casullas a juego para esta expresión barroquísima del culto tolentino.

Sólo en esta iglesia contamos con dos altares (el del Santo Cristo de la Buena Muerte y el de la Coronación de la Virgen), más la hornacina o camarín de la Virgen del Socorro, en los que existe telón teatral, para la ostensión de la imagen. El barroco no sólo estaba en la manera de trazar muebles, imágenes, objetos o pinturas; sino en la manera en que estos eran utilizados. Y la originalidad de este espacio cultual concreto está más allá de la indudable belleza de la cúpula que nos cobija.