Caminando juntos: Jornada de la Vida Consagrada – 2 de febrero de 2022

Mi piden que, a vuela pluma, presente alguna idea, algún matiz, alguna intuición… que nos permita reflexionar sobre la vida consagrada, cercana ya la Jornada que la Iglesia dedica a su especial conmemoración anual. Tomando como excusa el lema que la CEE y CONFER nos han propuesto este año para iluminar y animar la reflexión en esta, para nosotros, entrañable fiesta.

El lema, como no podía ser de otra manera, responde al tiempo que vive la Iglesia, en la que el tema de la sinodalidad se ha convertido en una prioridad. Efectivamente la palabra sínodo etimológicamente significa caminar juntos, pero no por oído deja de ser sugerente y, a pesar de que alguno pueda sentir cierto hartazgo, tal vez, podamos encontrar alguna luz que siempre hace falta en el caminar cotidiano.

Sin duda sinodalidad es uno de los múltiples rostros de la Iglesia comunión de la que oímos hablar y que presidió nuestra reflexión en el tardío postconcilio. De hecho no hace demasiado que el arzobispado de Madrid, por poner un ejemplo, instituyó como organismo diocesano la mesa de comunión, prueba de que la comunión sigue siendo una constante en nuestro lenguaje y nuestra intención.

Pero ¿qué rostro nuevo nos ofrece la sinodalidad? En mi humilde opinión, al introducir la palabra sinodalidad, le damos un matiz dinámico al concepto comunión que puede resultarnos iluminador en la actividad pastoral. Hoy, creo que todos tenemos perfectamente asumido que la Iglesia no puede esperar sentada a que la gente se le acerque. Hoy, la Iglesia se ve obligada de nuevo a salir a los caminos del ser humano, caminos que cada vez le llevan más lejos de Dios, caminos que nos desconciertan, auténticos valles oscuros, a los que es imprescindible asomarse con la luz de la Palabra, con la caricia de Dios.

Junto a ello, junto a la visión dinámica de la comunión que la convierte en tarea, la sinodalidad supone una forma, un estilo: “juntos”, en el mundo de los “egos”, en la sociedad egocéntrica, que solo utiliza el mi, me, conmigo, la Iglesia nos sigue presentando una visión armónica de la vida, en la que el yo no es sin el tú, en la que el nosotros es el verdadero camino, en la que nuestra única verdad se encuentra en el otro, que no es una amenaza sino quien me define.

Así que el lema de este año no me puede parecer más adecuado, y no puede encajar mejor con la tradición agustiniana a la que pertenecemos. No en vano la Regla de San Agustín nos habla del vivir con una sola alma y un solo corazón orientados hacia Dios, la comunión se convierte así en el centro de la experiencia de consagración agustiniana.

Esa comunión que se realiza en la búsqueda conjunta de la Verdad, inquietud central de la vida de nuestro Fundador; esa Verdad que no es estática o monolítica, sino que no es ni tuya, ni mía, para que pueda ser de los dos. Que me invita en definitiva a ponerme en camino contigo, en busca de Aquel, que salió a nuestro encuentro, y a Quien queremos volver.

JMHM, O.S.A.