La Iglesia Católica, desde el año 2000, pórtico del tercer milenio cristiano, celebra el segundo Domingo de Pascua la fiesta de la Divina Misericordia, por expreso deseo del papa san Juan Pablo II, siguiendo la solicitud del mismo Jesús en revelación privada a santa Faustina Kowalska (Diario, 49). Juan Pablo II difundió esta devoción con verdadero celo apostólico.
En la experiencia eclesial del Cristo resucitado y glorioso la devoción a la Divina Misericordia centra la atención del creyente y de la comunidad cristiana en la Misericordia de Dios, manifestada en la entrega radical de su Hijo en la cruz y en la energía de su resurrección. Cristo vive, es el grito gozoso de los cristianos. Y esa vida se expresa, se difunde a través del compromiso evangelizador.
La Divina Misericordia de Dios alcanza a todos sus hijos “y cuanto más grande es el pecador, tanto más grande es el derecho que tiene a Mi misericordia” (Diario, 723). Tener, pues, plena confianza en la Misericordia de Dios y, por consecuencia, ejercer la misericordia con nuestro prójimo, especialmente con aquellos más necesitados, es el fin del regalo que la Iglesia hace al mundo con la institución de esta fiesta.
En ella se nos invita a:
- Renovar la profunda confianza en la Misericordia del Señor.
- Alcanzar las gracias prometidas a quienes busquen la Misericordia de Dios.
- Centrar en la misericordia todo pensamiento, deseo y acción.
- Ejercer la misericordia con nuestro prójimo, especialmente con el más necesitado.
- Expresar con el ejercicio de las obras de misericordia la caridad de Cristo.
San Juan Pablo II canonizó a santa Faustina, promotora de esta fiesta, el 30 de abril de 2000, donde dijo: “La luz del Mensaje de la Misericordia confiado a Santa Faustina por Jesucristo, iluminará al hombre del tercer milenio”, “Quiero transmitir al nuevo milenio y a todo el mundo, este mensaje de la Divina Misericordia, para que conozcan mejor el verdadero Rostro de Dios Misericordioso”.
Y fue en la víspera del segundo domingo de Pascua (sábado, 2 de abril de 2005) cuando falleció Juan Pablo II, que es reconocido como apóstol de la Divina Misericordia.
En la misa de consagración del santuario de la Divina Misericordia en Lagiewniki –Cracovia- Juan Pablo II llevó a cabo el acto de consagración del mundo a la Divina Misericordia. Y ese mismo día expresó: “deseo ardientemente que el mensaje del amor misericordioso de Dios, proclamado aquí a través de Santa Faustina, llegue a todos los habitantes de la tierra y llene su corazón de esperanza. Que este mensaje se difunda desde este lugar a toda nuestra amada patria y al mundo. Ojalá se cumpla la firme promesa del Señor Jesús: de aquí debe salir “la chispa que preparará al mundo para su última venida“.
Benedicto XVI escogió la fecha del domingo 1 de mayo de 2011, “Fiesta de la Misericordia” y aniversario litúrgico de su muerte, cinco años antes. Y el papa Francisco le canonizó el domingo 27 de abril de 2014, fiesta también de la Divina Misericordia.
Pidamos, pues, al recordado y venerado san Juan Pablo II que interceda ante el Padre Dios, para que su Misericordia infinita inunde nuestros hogares, nuestros pueblos y ciudades. Y la fuerza del amor misericordioso de Dios, se expanda a través de nuestro compromiso cristiano, para que en el mundo reine la paz y la justicia, el progreso y la libertad en todos los pueblos que carecen de ella. Que la alegría de la Pascua nos comprometa más y más en extender el mensaje de la Divina Misericordia.