En la memoria de san Juan de Sahagún, agustino

Como en la Verona de los Capulettos y Montescos, donde el odio hizo estragos de violencia fratricida, así sufría la Salamanca del siglo XV un viejo enfrentamiento de banderías entre familias nobles, que tuvieron su origen posible en la bravura de doña María de Monroy y aquella venganza que realizó, orillas castellanas de Portugal, por sanar la herida de la muerte violenta de sus hijos.

Cuentan y dicen que entre santo Tomé y san Benito, dos parroquias salmantinas, románica una y de incipiente gótico la otra, hubo fronteras de sangre: En bandos ardiendo estaban / los Manzanos y Monroyes, / y a ti, ciudad que me oyes, / las piedras ensangrentaban. / Sólo matarse desean, / y en tanto desasosiego / las lenguas tocan a fuego, / y las campanas vocean.

Y entre los bandos, el pueblo. Testigo y víctima. Pero… pudo más el amor. Un hombre providencial surgió del pueblo y Salamanca pudo conocer la concordia y la paz y…, desde entonces, tiene la docta ciudad del Tormes patrón y pórtico, protector y santo: el fraile agustino JUAN DE SAHAGÚN.

Nacido en la villa leonesa de Sahagún, por el año 1430, Juan estudió sus primeras letras en la abadía benedictina de Sahagún. El obispo de Burgos, Alonso de Cartagena, a cuyo servicio estaba, le ordenó de presbítero hacia el 1454. Cuando murió el obispo dos años más tarde, Juan marchó a Salamanca, renunciando a ciertas prebendas eclesiásticas.

En el Estudio salmantino cursó cánones y teología de 1457 a 1461. En 1460 le nombraron predicador de la ciudad, sacerdote adscrito a la iglesia de San Esteban y capellán del colegio universitario de San Bartolomé. A todo renuncia para vestir el hábito agustino en 1463, después de una grave convalecencia en el hospital general del Estudio. Fue la Eucaristía la fuente de su vida consagrada y entrega al ministerio pastoral. Por dos veces fue Prior del famoso convento salmantino de san Agustín, que sería conocido como “solar de sabios y santos”.

En la Salamanca fragmentada era muy conocida su figura por ser insigne predicador y hombre cercano al pueblo. Él, con su predicación y buen hacer, consiguió, no sólo la paz de los poderosos, sino la pacificación de toda la ciudad.

Fue en 1476 cuando el pueblo salmantino pudo firmar la paz de los bandos divididos: “… e deseando el bien e paz e sosiego de esta ciudad, e por quitar escándalos, ruidos, e peleas e otros males e daños dentre nosotros, e por nos ayudar a faser buenas obras unos a otros, queremos e prometemos de ser todos de una parentela e verdadera amistad e conformidad e unión, e nos ayudar los unos a los otros, como verdaderos parientes e amigos.”

Y fue posible la paz y la concordia. Hasta hace poco una vieja casa solariega, cuyo pórtico aún se conserva, recordaba el hecho con el lema que adintela estas letras: “Ira odium generat; concordia nutrit amorem” (la ira genera el odio; la concordia nutre el amor). Lógicamente este lugar recibió el solemne nombre de “Casa de la Concordia”.

Ejemplo singular para estos tiempos recios, donde la discusión acalorada de posicionamientos ideológicos y afecciones contrapuestas oscurece y aún obstaculiza la verdad y la limpieza de los intereses del común. ¡Cuánto tendríamos que aprender de este mensaje de tolerancia y concordia, que un hombre ejemplar, como san Juan de Sahagún, dejó impreso en el corazón de los salmantinos!

El 11 de junio de 1479 murió en Salamanca este ilustre agustino a la edad de cuarenta y nueve años. El pueblo inmediatamente expresó la devoción a este modelo íntegro de identificación con el evangelio de Jesucristo. “Después de la muerte de este santo religioso excede de doscientos el número de los milagros que fueron vistos ante su sepulcro”, dice el agustino san Alonso de Orozco, que fue testigo de algunos de estos hechos extraordinarios.

Fray Juan de Sahagún fue beatificado por Clemente VIII, el 19 de junio de 1601, y canonizado por Alejandro VIII el 16 de octubre de 1690, aunque, por muerte del Papa, la bula fue publicada por su sucesor Inocencio XII el 15 de julio de 1691. Su fiesta se celebra el 12 de junio y guardan su memoria litúrgica la orden de san Agustín y las diócesis de Salamanca y León.

Es el patrón de la provincia agustiniana que lleva su nombre, que agrupa las comunidades de España, y los vicariatos de las Antillas (Puerto Rico, República Dominicana, Texas-EE.UU.), Argentina, India, Iquitos (Perú), Panamá, Tanzania y Venezuela; y dos delegaciones: Centroamérica y Cuba.

fr. JM.

Rector del Socors