Inicio del camino cuaresmal. Tiempo de peregrinación hacia el Gólgota y hacia la tumba vacía. Tiempo de penitencia, conversión y gracia.
La ceniza nos recuerda la fragilidad, el vacío, la nada… Que esa poquedad del hombre es asumida por el Verbo de Dios y restaurada en el orden roto por el pecado del hombre. Esa poquedad, la naturaleza humana, es asumida, abrazad, perdonada, recreada por la muerte y resurrección de Jesús.
Recibir y aceptar esa ceniza sobre nuestras cabezas es decir públicamente que estamos dispuestos a peregrinar hacia Jesús a golpe de penitencia, es decir, de signos vivos y comprometidos de conversión. Que vamos a peregrinar con la luz de su Palabra, con la fuerza de la fraternidad, dejando que nuestra vida se vaya transformando en razón del amor de Jesús que nos alcanza e invita. Que vamos a peregrinar hacia nuestro prójimo: hacia la justicia, la libertad, la misericordia, la compasión, la ternura, el respeto a la dignidad y a la vida humana.
Queda tarea…