Gran fiesta de la fe”, así definió Francisco la JMJ del presente año. “Los jóvenes del mundo acudieron a Lisboa numerosos y con gran entusiasmo. […] No eran unas vacaciones, un viaje turístico […] La Jornada Mundial de la Juventud es un encuentro con Cristo vivo a través de la Iglesia. Los jóvenes van a encontrar a Cristo.”, nos decía en la audiencia general del pasado 9 de agosto.

Sin duda la JMJ Lisboa 2023 ha sido un momento fuerte de vida de la Iglesia, protagonizado por una juventud, venida de todos los rincones del mundo, a encontrarse con Jesús, pero a encontrarse también entre ellos, experimentando la Iglesia comunión, el Pueblo de Dios que camina en la historia y siente y cuenta con una juventud que tiene que comprometerse por caminos de justicia, por caminos de paz y compromiso cristiano.

Evidente: la JMJ es también un encuentro con el Papa. Una vez más Francisco ha estado cerca de los jóvenes, los ha escuchado, les ha hablado, con discursos directos, breves, improvisando a veces, como le gusta hacer. Feliz la juventud, alegre, montando lío; y feliz Francisco.

Los medios de comunicación, como siempre, fundiendo muestras de apoyo, reconocimiento y consideración y –otros, como siempre, insistimos- buscando en las entretelas de todo acontecimiento eclesial matices de contradicción, aristas de enfrentamiento, dobleces desproporcionadas y, generalmente, tópicas. Pero la JMJ sumó, a pesar de esos “otros”, momentos fuertes de testimonios vivos, de confesión de fe, de comunión eclesial, de escucha de la Palabra, de oración, de adoración y un mensaje claro: “echar de nuevo las redes con pasión apostólica”, “otro mundo es posible: un mundo de hermanos y hermanas, donde las banderas de todos los pueblos ondean juntas, una junto a la otra, ¡sin odio, sin miedo, sin cierres, sin armas! El mensaje de los jóvenes ha sido claro: ¿lo escucharán los “grandes de la tierra”? Me pregunto, ¿escucharán este entusiasmo juvenil que quiere paz?

Hay que seguir en la brecha. Por más que nos atormenten con guerras y con despropósitos de mensajes apocalípticos, de división, de enfrentamiento… Jesús, el Cristo, está vivo; su Palabra es de luminosa actualidad para el tiempo presente; hay una juventud con sello de esperanza y el mundo está necesitado de paz, de armonía, de lucha sincera por un progreso que conduzca a los pueblos a mirar el futuro de frente y con esperanza.

Con Francisco, ya se sabe. Al salir de Roma va a encomendarse a la intercesión segura y fuerte de la Virgen, en la Basílica de Santa María la Mayor, ante la imagen que es invocada como Salus Populi Romani. Y cuando regresa, vuelve a ponerse ante la bella imagen de María, para dar gracias, para alcanzar fuerzas y seguir firme en su ministerio de Pastor de la Iglesia Universal.

En Fátima, junto a jóvenes enfermos, el Papa rezó por la paz, para que Dios “sane al mundo de las enfermedades del alma: la soberbia, la mentira, la enemistad, la violencia – son enfermedades del alma y el mundo está enfermo de estas enfermedades.” Y se renovó la consagración de la vieja Europa y del mundo al Corazón Inmaculado de María. Ya se sabe con Francisco. Otro mundo es posible. Y en ello estamos.