Un nuevo comienzo de año litúrgico, que se abre con el primer domingo de Adviento. Como siempre se sucederán cuatro semanas de intensa preparación para la celebración de la Navidad, fiesta cristiana de primer orden, al celebrar el nacimiento de Jesús, nuestro Salvador.

Adviento siempre habla de esperanza. Habla de abrir caminos, de recorrer senderos, de preparar los caminos, de derribar los muros, de establecer lazos, de vivir en común, en tensión de espera. Adviento habla de conversión, de reordenar, de resituar la vida, los proyectos, los anhelos, los sueños. Adviento habla de propósitos firmes, de valores certeros, de compromisos audaces. Hay que desplazarse de nuestras comodidades, de nuestras seguridades, de nuestras intransigencias, hacia las fronteras mismas de la reconciliación, de la concordia, de la comunión, de la caridad.

Toda la vida es adviento y lo sabemos. Esperamos la venida de Jesús en esto inmediato, que es la celebración de su Natividad. Con fiesta, con alegría, con gozo. Pero es la venida definitiva, aquella en la que todo y todos seremos centrados en ÉL. Vendrá como Juez y esto nos cuesta a veces entenderlo. Vendrá como salvador, como rey, como señor único y todas las cosas creadas, todas las aspiraciones de los hombres y mujeres, todos los anhelos de los pueblos, todo: las criaturas, la creación entera, será puesta bajo ÉL, restaurando definitivamente el orden perdido por el pecado.

Todo y siempre es adviento. Por eso…

  • Aunque los hombres inventen, se enfrenten, luchen, guerreen, se aflijan, se lamenten, se frustren, se agobien, se aniquilen…
  • Aunque los pueblos se dobleguen al imperativo de los poderosos…
  • Aunque la esclavitud doblegue conciencias y personas y pueblos…
  • Aunque se nos hiele el alma por cualquier tipo de violencia: sobre los niños, las mujeres, los pueblos enteros…
  • Aunque vivamos tiempos de confusión y cólera no contenida en los diversos ámbitos de la vida…

Nosotros, cristianos de a pie, esperamos. Y esperamos con clamor del corazón, porque sabemos que ÉL viene, que está viniendo a nosotros en cada rostro y en cada acontecimiento; porque nuestra vida se siente atraída por la fuerza de su persona, de su palabra, de su entrega sin límites. Sabemos que viene y queremos limpiar a fondo nuestros ojos y nuestros sentidos todos, para descubrirle vivo y presente, como nos prometió. Es Adviento y no podemos desaprovechar esta nueva oportunidad de dar lo mejor de nosotros en la espera.

Nos queda tarea por delante.

fray Jesús Miguel

Rector del Socors – diciembre 2019