En la entrega del Premio de “L’Esplendor de la Mediterrània”
Fundació Amics del Patrimoni
Palma, sábado 18 de agosto de 2018.

 

¡Tarde te amé, belleza tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y he aquí que tú estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te buscaba; y deforme como era, me lanzaba sobre las bellezas de tus criaturas. Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo. Me retenían alejado de ti aquellas realidades que, si no estuviesen en ti, no serían. Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y ahuyentaste mi ceguera; exhalaste tu fragancia y respiré, y ya suspiro por ti; gusté de ti, y siento hambre y sed; me tocaste, y ardo en deseos de tu paz.” Conf. 10, 27, 38.

Amigos:

Este sugerente y revelador texto del genio de Hipona, el obispo Agustín, sintetiza a las mil maravillas lo que puedo decir a la hora de dar gracias y cantar la novedad y excelencia de la belleza, que es lo que –en el origen, en el fondo y en la forma– hace que la Fundació Amics del Patrimoni, haya puesto sus ojos en tres iglesias de Mallorca, para reconocer la excelencia y la belleza.

La Basílica i parròquia de Sant Miquel, la Església de la Mare de Déu del Socors, ambdues a Palma de Mallorca, i la parròquia de Santa Maria dels Ángels de Pollença recullen agraïdes aquest reconeixement de la Fundació Amics del Patrimoni amb senzillesa i amb el propòsit de seguir amb entusiasme evangèlic la labor d’incrementar i cuidar el patrimoni històric i cultural que es tanca entre els seus murs.

Els premis que atorga la Fundació en aquest esdeveniment de “L’Esplendor de la Mediterrània” estan dirigits al reconeixement de la feminitat i la bellesa. No hi ha dubte que l’haver posat la mirada a l’Església, que és femenina en paraules del Papa Francecs, concretant-ho en tres temples de Mallorca, que en els últims anys han experimentat un singular canvi en la cura del patrimoni i del culte, manifesta una originalitat digna d’encomi. Gràcies pel reconeixement, gràcies per la visibilitat que amb això ens donaus i gràcies per reconèixer l’esforç i el lliurament que amb entusiasme ens han emprat en temps i energies.

Es verdad que la Iglesia siempre, entre luces y sombras –a qué negarlo–, ha ocupado un lugar destacado en la creación y expansión de la cultura, las bellas artes de la arquitectura, la escultura y la pintura, la música, la literatura… recogen muestras selectas del hacer del hombre desde la fe que han configurado el ser y el hacer de la humanidad, de la civilización en la historia.

Pero, y aquí vuelvo al pensamiento de San Agustín en las Confesiones, la belleza tan antigua y tan nueva, tiene en el corazón del de Hipona un nombre propio y es Jesucristo. “Tú estabas dentro de mí y yo estaba fuera y por fuera te buscaba…”. Infeliz aquél que busca la belleza en las cosas de fuera. Para Agustín el encuentro con la Verdad fue experiencia de la belleza, de lo bello, de lo armónico, de lo bien trazado, lo bien empleado, lo bien sugerido. Es el pulcrum en estado puro. Nada hay superior a él. Está ante Dios, belleza siempre antigua y siempre nueva.

Y en este mundo desordenado y roto, confuso y desesperanzado… necesitamos testigos de la belleza, que vengan a decirnos con la vida, no tanto con la palabra, que la belleza auténtica acontece dentro del corazón del hombre, más allá de su pensamiento y creatividad expresa, que no son más que meros y superficiales reflejos del acontecimiento de luz y salvación que sucede dentro del corazón. Maestros del encuentro, que vengan a gritar con hechos de vida y gestos de libertad, de justicia, de comunión, de caridad… que Dios habita dentro y que es bello en sí, con esa novedad que tiene la frescura de la creación, la intensidad absoluta del que hace nuevas todas las cosas (Ap 21, 5).

Perquè, amics, el de fora, l’obra que brolla de la mà de l’home és efímera, però el batec, la qual cosa esdevé dins, la qual cosa impregna una obra d’art de bellesa i claredat, és fruit del batec de l’home i això sempre-sempre, diguin el que diguin els profetes de la desesperança, té ressons d’eternitat. No passa mai. Mai s’acaba, com l’amor, perquè té la marca del Creador, la marca de Déu.

Moltes graciès a tots i totes per la vostra presència i paciència en escoltar-me.

fray Jesús Miguel Benítez, OSA
Rector de la Església de la Mare de Déu del Socors
Agustins. Palma