Nació en Renedo de Valderaduey (León) el 25 noviembre 1941. Hijo de Antolín González y de Daniela Crespo. Profesó de religioso agustino en 1962, en el Real Monasterio de San Lorenzo del Escorial.

Cursó los estudios eclesiásticos en el convento de San Agustín de Salamanca y en el Real Monasterio. Fue ordenado sacerdote en 1966.

Cursó estudios de magisterio en Málaga. Fue profesor en el Real Colegio de Alfonso XII, en los colegios de San Agustín de Salamanca y de Málaga, y en el de Los Olivos de Málaga, de donde fue destinado a Panamá para trabajar como misionero en Tolé, especialmente en el área indígena. A Panamá llegó el 30 de agosto de 1973.

Allí estuvo hasta el año 1976, año en que fue trasladado a la ciudad de Chitré, donde trabajó como párroco de la parroquia San Juan Bautista y fue superior de la comunidad de la parroquia. Llevó a cabo una necesaria y magnífica renovación de la vida parroquial, tanto en el aspecto litúrgico como pastoral. Fue una época muy importante para la parroquia, pero muy dura y difícil para él. Su modo de actuar, seguro, sencillo y directo, le acarreó dificultades, particularmente por su defensa de los pobres de las barriadas y los varios grupos de la renovación carismática animados por él.

De 1978 a 1979 realizó estudios de perfeccionamiento lingüístico en Estados Unidos, y regresó a la misión de Tolé en noviembre de 1979, ejerciendo el apostolado entre los indígenas y dando clases de religión a los alumnos pequeños de Chichica.

Hombre de profunda oración, mediatizado por la contemplación de la Palabra de Dios, se dejaba guiar por el Espíritu del Señor, dándose en una entrega sin límite en el servicio de los pobres y excluidos. Por el celo de su entrega y su arrojo confiado en el Señor, en la disposición del servicio de los suyos, de los pobres que le fueron encomendados, luchó por llegar a los pueblos que le esperaban para preparar las fiestas de la Navidad en las comunidades indígenas más apartadas. El jueves 18 diciembre 1980 murió ahogado en las caudalosas aguas del río Tabasará, cuando intentaba atravesarlo a nado a las alturas de Llano Ñopo. Su muerte fue considerada –desde el primer momento- como un signo martirial de entrega de un verdadero apóstol del evangelio.