Así como el mes de junio está dedicado a honrar y venerar el Sagrado Corazón de Jesús, el mes de julio está dedicado a la contemplación del misterio de la Preciosa Sangre de Ntro. Sr. Jesucristo, “derramada por muchos para la remisión de los pecados” (Mt 26,28). Es la Sangre derramada que reconcilia, redime, purifica, limpia, restaura y santifica el alma y la vida íntegra del creyente.

Esta devoción está directamente relacionada con los sufrimientos de la Pasión de Jesús y es una invitación a los católicos a meditar en el sacrificio redentor de Cristo y el derramamiento de su Sangre preciosa por toda la humanidad. San Pedro nos recuerda que “Hemos sido rescatados, no con plata ni oro, corruptibles, sino con la sangre preciosa de Cristo, como cordero sin defecto ni mancha” (I Pe 1, 17-19), pues el sacrificio de Cristo en las alturas del Gólgota nos libra de las ataduras del pecado y nos conduce a la vida que no acaba. Esta preciosa devoción está íntimamente unida a la devoción por el Santísimo Nombre de Jesús y el Sagrado Corazón.

Los Misioneros de la Preciosísima Sangre, fundados por San Gaspar del Búfalo (1786-1837), así como los PP. Pasionistas, fundados por San Pablo de la Cruz (1694-1775), son grandes propagadores de esta devoción.

El beato papa Pío IX, que vivió el exilio en Gaeta (Italia) durante la revolución de 1848, hizo la promesa de extender la fiesta de la Preciosa Sangre a toda la Iglesia. El 10 de agosto de 1849 proclamó que el primer domingo de julio se dedicara a la Preciosa Sangre de Jesucristo. Más tarde, el papa Pío X asignó el 1 de julio como la fecha fija de esta celebración.

El papa san Juan XXIII dio un nuevo impulso al culto a la Preciosísima Sangre con su carta apostólica Inde a Primis (30.06.1960), donde escribe: “Porque, si es infinito el valor de la Sangre del Hombre Dios e infinita la caridad que le impulsó a derramarla desde el octavo día de su nacimiento y después con mayor abundancia en la agonía del huerto, en la flagelación y coronación de espinas, en la subida al Calvario y en la Crucifixión y, finalmente, en la extensa herida del costado, como símbolo de esa misma divina Sangre, que fluye por todos los Sacramentos de la Iglesia, es no sólo conveniente sino muy justo que se le tribute homenaje de adoración y de amorosa gratitud por parte de los que han sido regenerados con sus ondas saludables.” El mismo papa Juan XXIII aprobó la “Letanía de la Preciosa Sangre de Cristo”, recomendando que se recite en todo el orbe católico.

A la luz del Concilio Vaticano II la fiesta de la Preciosa Sangre fue unida litúrgicamente a la solemnidad del Corpus Christi, manteniéndose en el Misal romano una misa votiva en honor de la Preciosa Sangre, que se puede celebrar en el mes de julio como en otros momentos convenientes a la devoción de los fieles.

Que la Sangre preciosa de Cristo, entregada en la Eucaristía, alcance la paz y la concordia a todos los pueblos de la tierra y sea posible en la Iglesia vivir la misericordia y extenderla hasta los confines del mundo.