La palabra de Agustín en el Jueves Santo
Recibid y comed el cuerpo de Cristo, transformados ya vosotros mismos en miembros de Cristo en el cuerpo de Cristo; recibid y bebed la sangre de Cristo. Para no desintegraros, comed el vínculo que os une; no os estiméis en poco, bebed vuestro precio. A la manera como se transforma en vosotros cualquier cosa que coméis o bebéis, transformaos también vosotros en el cuerpo de Cristo viviendo en actitud obediente y piadosa. Cuando se acercaba ya el momento de su pasión y estaba celebrando la pascua con sus discípulos, él bendijo el pan recibido y dijo: Esto es mi cuerpo, que será entregado por vosotros. Igualmente les dio el cáliz bendecido, diciendo: Ésta es mi sangre del Nuevo Testamento, que será derramada por muchos para el perdón de los pecados. Estas cosas las leíais en el evangelio o las escuchabais, pero ignorabais que esta eucaristía era el Hijo; ahora, en cambio, rociado vuestro corazón con la conciencia limpia y lavado vuestro cuerpo con el agua pura, acercaos a él, y seréis iluminados y vuestros rostros no se avergonzarán. Si recibís santamente este sacramento que pertenece al Nuevo Testamento y os da motivo para esperar la herencia eterna, si guardáis el mandamiento nuevo de amaros unos a otros tendréis vida en vosotros, pues recibís aquella carne de la que dice la Vida misma: El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo y: Quien no coma mi carne y beba mi sangre, no tendrá vida en sí.
Si tenéis vida en él, seréis una sola carne con él. En efecto, este sacramento no recomienda el cuerpo de Cristo en forma que os separe de él. El Apóstol recuerda que esto se halla predicho ya en la Escritura sagrada: Serán dos en una sola carne. Misterio grande –dice– es éste, pero yo lo aplico a Cristo y a la Iglesia. Y en otro lugar dice también respecto a esta eucaristía: Siendo muchos, somos un único pan, un único cuerpo. Comenzáis, pues, a recibir lo que ya habéis empezado a ser si no lo recibís indignamente para no comer y beber vuestra condenación. Así dice: Quien come el pan y bebe el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor. Examínese el hombre a sí mismo y entonces coma del pan y beba del cáliz, pues quien come y bebe indignamente, come y bebe su condenación.
Lo recibís dignamente si os guardáis del fermento de la doctrina falsa, de forma que seáis panes ácimos de sinceridad y de verdad; o si conserváis aquel fermento de la caridad que oculta la mujer en tres medidas de harina hasta que fermente toda la masa. Esta mujer es la sabiduría de Dios, aparecida en carne mortal gracias a una virgen, que siembra su evangelio en todo el orbe de la tierra; orbe que restauró después del diluvio a partir de los tres hijos de Noé, cual si fuesen las tres medidas antes dichas, hasta que fermentase la totalidad. Ésta es la totalidad, que en griego se dice olon, donde estaréis si guardáis el vínculo de la paz «según la totalidad», que en griego recibe el nombre de cat’holon, de donde viene el nombre de «católica».
San Agustín, Sermón 228 B ,3-5