llullylainmaculadaLa solemnidad de la Inmaculada Concepción de María tiene en el Reino de Mallorca una fuerte raigambre desde la Edad Media. No en vano fue un acérrimo defensor del privilegio inmaculista el beato Ramón Llull (1232-1315), del que estamos celebrando el séptimo centenario de su muerte.

Fiel a la corriente de devoción franciscana Llull, terciario franciscano, defiende en sus obras el privilegio mariano de la concepción inmaculada, por oposición a la postura de otros teólogos que no tenían claro este privilegio. Mallorca se rinde a Llull y confiesa que la Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de pecado desde el primer instante de su ser natural, desde el momento mismo de su concepción. Incluso el Rey Jaime II, amigo y admirador de Llull, ordenó la celebración de la fiesta de la Inmaculada en 1304 en los reinos de la Corona de Aragón. Qué duda cabe que este acontecimiento provocaría en el alma del beato una profunda acción de gracias, al ver que María era reconocida, confesada y celebrada con el reconocimiento del privilegio que con tanto ardor había defendido.

En 1394 todos los habitantes de Mallorca, “de cualquier linaje, preeminencia, estamento o condición”, son invitados por el Govern a celebrar el regalo de Dios concedido a María y por el cual los hijos de María, todos los creyentes, reciben gracias a través de la Madre Inmaculada.

La “Dolça Dona d’Amor”, como gustaba de llamarla el beato Ramon, reinaba en el corazón de sus hijos y la devoción al misterio inmaculista fue progresivamente en aumento. A lo largo de los siglos XVII y XVIII es llamativa la expansión en Mallorca de una iconografía de la Inmaculada en iglesias y conventos, hasta llegar a la proclamación de la Inmaculada como Patrona del Reino de Mallorca en 1629 por mano del Gran y General Consell. España la proclamará patrona y especial protectora en 1644.

La confesión de este privilegio, que sería proclamado dogma de fe católico muy tardíamente (1854), por las resistencias teológicas que sufrió, a pesar de brillar como verdad indiscutible en la conciencia y la piedad del pueblo sencillo y fiel, es deudora de la piedad del beato Ramón Llull y de su defensa a ultranza de la prerrogativa mariana. Y Mallorca es consciente de esta influencia y del papel decisivo del Beato en la extensión de esta verdad –contra viento y marea- y, lo que es mejor aún, de la especial protección de la Virgen sobre el Reino de Mallorca, que la invoca con preciosos títulos: Lluc, Nieves, Toro, Cura, Salut, Socors, Cura, Bonany, Gràcia, Puig, Consolació, Repós, Remei, Roser…

Así expresaba el beato su devoción a la Virgen en esta preciosa oración del Avemaría.

¡Ave María!
Salúdate este tu siervo de parte de los ángeles,
de los patriarcas, de los profetas, de los mártires,
confesores y vírgenes;
y salúdote yo
de parte de todos los santos de la gloria.

¡Ave María!
Saludos te traigo de parte de todos los cristianos,
justos y pecadores.
Los justos te saludan,
porque eres tú digna de salutación
y porque eres esperanza de salvación.
Los pecadores te saludan, pues que te piden perdón.

¡Ave María!
Saludos te traigo de parte de los moros, judíos,
griegos, mogoles, tártaros…
Todos estos y otros muchos infieles
te saludan por mí,
que soy su procurador.
En tu salutación los pongo
para que tu Hijo quiera acordarse de ellos.

¡Ave María!
Digna eres tú, Señora, que por todas las gentes
y por todas las tierras del mundo
seas conocida, amada, servida y honrada.
Salúdante todos mucho por mí,
pidiéndote tu gloria y bendición.