8 de septiembre
Preciosa fiesta de la Virgen María. La celebración de su Natividad, con origen en la iglesia oriental desde el siglo VI, se incluye en el calendario litúrgico de Occidente desde el siglo VII. Le acompañan diversas tradiciones con un denominador común: exaltar la luz y la alegría que supone el nacimiento de la Virgen para el mundo. En María se va cumpliendo la promesa de Dios de restaurar el orden roto por el pecado del hombre, a la espera del nacimiento del Mesías.
Por ello la liturgia de esta fiesta recoge textos venerables de esa alegría en esperanza. Así canta la antífona primera de los Laudes de esta fiesta: “Cuando nació la Santísima Virgen el mundo se iluminó”. El mundo en sombras, el mundo dormido, recibió un bellísimo destello de luz, cuando nace la Virgen María, en cuyo purísimo seno se encarnaría “el Sol que nace de lo alto”: Jesús, el Cristo, el Mesías.
Luz que disipa las tinieblas y las sombras de muerte. En nuestro ahora, en el mundo oscurecido por esta confusión, por estos descalabros, por ese incierto futuro en el que nos tiene encerrados la pandemia que atosiga al mundo, necesitamos destellos de luz, que activen en nosotros la esperanza.
Gozosa la fiesta de la Natividad de María, que, en innumerables ciudades y pueblos de nuestra geografía, adquiere rango de fiesta solemne, honrando a la Madre de Dios y madre nuestra, bajo diversos y bellísimos títulos y advocaciones. En la ciudad de Palma de Mallorca es invocada este día como Mare de Déu de la Salut, que en la Basílica de Sant Miquel de Ciutat tiene su solar y casa.
La bellísima imagen, de mármol blanco y traza gótica, la vincula la tradición al rey Jaume I y la conquista de Mallorca (1229). Patrona de Ciutat, junto a Sant Sebastiá, goza de una extraordinaria devoción y sus fiestas marcan el mes de septiembre. Invocada como Mare de Déu de la Salut desde el siglo XVII con la construcción de su actual capilla (1649) y la gran popularidad que alcanzó entre la población de Palma por su firme intercesión ante las epidemias y la peste.
Un destello de luz, divina ráfaga, del infinito amor y misericordia de Dios para con todo aquél que confiesa a María como fiel intercesora, como madre, como cuidadora, auxilio y socorro del pueblo cristiano.
“Tu nacimiento, Virgen Madre de Dios, anunció la alegría a todo el mundo. De ti nació el Sol de justicia, Cristo, nuestro Dios”. Así canta la antífona del Benedictus en las Laudes de la fiesta. El nacimiento de la Virgen es anuncio de alegría para todo el mundo. A todos ha de llegar, nos ha de alcanzar, esa alegría. Todo cuanto acontece y cómo acontece alcanzará sentido en Cristo Jesús, aquél que tomará morada en el seno purísimo de quien nos nace hoy como anuncio mesiánico.
La fiesta de la Natividad de la Bienaventurada Virgen María, como canta felizmente Lope de Vega en un poema que forma parte del himnario de la fiesta en la Liturgia de las Horas, nos ha de servir para ensayar la Natividad del Verbo, las fiestas de la Navidad. Porque a tanto despropósito, a tanta oscuridad, a tanta confusión, a tanto miedo van a suceder la luz y la alegría y hemos de prepararnos convenientemente a ello. Esta sombra será disipada por el amor. Una muestra más del firme amparo, de la segura protección, de la maternidad de María sobre todos aquellos que, en nombre de su hijo, luchamos y esperamos, resistiendo estos envites del mal y de la fragilidad de los hombres.
Canten hoy, pues nacéis Vos,
los ángeles, gran Señora,
y ensáyense, desde ahora,
para cuando nazca Dios.
Canten hoy pues a ver vienen
nacida su Reina bella,
que el fruto que esperan de ella
es por quien la gracia tienen.
Digan, Señora, de Vos,
que habéis de ser su Señora,
y ensáyense, desde ahora,
para cuando nazca Dios.
Pues de aquí a catorce años,
que en buena hora cumpláis,
verán el bien que nos dais,
remedio de tantos daños.
Canten y digan, por Vos,
que desde hoy tienen Señora,
y ensáyense desde ahora,
para cuando venga Dios.
Y nosotros que esperamos
que llegue pronto Belén,
preparémonos también
el corazón y las manos.
Vaya sembrando, Señora,
de paz nuestro corazón,
y ensayemos, desde ahora,
para cuando nazca Dios.
(Lope de Vega)
Amigos, al amparo del poema, ensayemos desde ahora para cuando nazca Dios. Preparemos el corazón y las manos, empleándonos en la lucha por la justicia y la caridad. Este destello de luz, que es María, nos abre a la esperanza. Por eso seguimos en la brecha. Feliz fiesta.