El próximo día 19 de marzo celebraremos la solemnidad de san José. Siempre nos ha llamado la atención, el misterioso “silencio” de san José. A lo largo de los textos evangélicos aparece muy de pasada en los relatos de la anunciación, del nacimiento y de la infancia de Jesús. Aparece siempre junto a María y Jesús, y después sólo tenemos el silencio de una vida callada y humilde en el hogar de Nazaret y la presencia sin igual en la Sagrada Familia.

Toda esta sencillez callada, humildad y silencio, chocan con lo que santa Teresa de Jesús nos dice del santo Patriarca, al llamarle “San José, el parlero”.

¿A qué debemos este calificativo de “parlero”? En el monasterio de la Encarnación de Ávila, se conserva una estatua de tamaño mediano de la época de Teresa. Lo peculiar de ella es que representa a san José con la boca entreabierta.

Se cuenta que siendo Teresa de Cepeda priora de dicho monasterio, cuando se ausentaba para las fundaciones de otros carmelos,  le encargaba al santo quedar de guardián de la casa y le pedía cuentas de cómo se habían portado sus monjas en su ausencia. En una de estas ocasiones, san José estaba pasándole el informe a la santa, cuando se presentó una de las señaladas por allí, y san José se calló en seco, quedando con la boca entreabierta. Llamándole desde entonces “San José, el parlero”.

De su devoción a san José nos dirá la santa de Ávila: “Tomé por abogado y señor al glorioso san José y me encomiendo mucho a él. No me acuerdo hasta hoy de haberle suplicado nada que no me lo haya concedido. (…) Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho el Señor por medio de este bienaventurado santo. (…) Quiere el Señor darnos a entender que así como le estaba sometido en la tierra siendo su padre y custodio. Le podía mandar así en el cielo hacer cuanto le pide.” (Vida, 6, 6)

Nos dirá, también la santa: “Procuraba yo celebrar la fiesta con toda solemnidad que podía. (…) Quería yo persuadir a todos que fueran devotos de este glorioso santo.” (Vida, 6, 7)

Que así lo hagamos todos nosotros, los que celebramos su fiesta con solemnidad, con alegría y pongamos bajo su amparo, tres intenciones muy concretas:

  • El día de san José, se celebra el Día del Seminario. Pidamos para que muchos jóvenes escuchen con generosidad la llamada del Señor a seguirle como sacerdotes y religiosos agustinos.
  • Recordamos en estos días a la Sagrada Familia de Nazaret. Pidamos por todas nuestras familias y las de nuestros amigos, para que vivan el gozo y la buena noticia del amor compartido en sus matrimonios y hogares.
  • En tercer lugar, pedimos para que san José nos conceda una buena muerte y nos ampare en el tránsito a la casa de Dios, nuestro Padre.

Que san José con su vara florida nos cuide, nos guíe, nos proteja siempre a todos. Amén.

P. José Luis Ovejero, agustino