¿Cómo calmar el llanto? ¿Cómo sanar tanto dolor y tanta herida? ¿Cómo abrazar –siquiera un poco- tanto desamparo y tanta frustración y tanta desesperanza?
Sangra el mundo, imparable, en tantos lugares, en tantas esquinas. Hay tantas casas destrozadas, tantos hogares rotos, tantos corazones heridos y sufrientes.
Y es Adviento… Y el Señor viene, decimos, que se nos llena la boca cantando y el corazón orante clama el “Ven, Señor” y el Señor parece que no viene, no termina de llegar.
Me preguntaban a mí, que entiendo poco de nada, ¿qué podemos hacer? ¿Basta con sólo rezar? Y yo sé que no. Eso sí lo sé bien, que solo rezando no se curan las llagas, ni se cierran heridas, ni se pacifican los pueblos. El Señor que es bueno, es la Bondad infinita, escucha siempre nuestra oración. Él sabe si sale o no de lo profundo de nosotros. Sabe si somos pura epidermis de deseo, inoperantes de caridad. ÉL lo sabe bien. Por más que gritemos, por más que recemos en horas e intensidad… no es suficiente.
La paz del mundo, la justicia sobre la que se asienta la paz; la libertad verdadera de los hombres y mujeres, de los jóvenes y los niños; los derechos humanos: el derecho al pan, a la salud, a la vivienda, a la familia, a la cultura, al trabajo, al progreso… no se alcanzan sumando buenos deseos. Hace falta acción, tarea, esfuerzo, lucha… Hay que hacer, hay que construir esa libertad, esa paz, esa conquista de derechos fundamentales en el trascurrir diario de nuestros latidos. No basta con desear, no basta con pedir, no basta con orar, salvo que convirtamos la vida en oración, a través de hechos tangibles, comprometidos, transformadores. Así la oración salva, siempre salva y cura heridas y seca lágrimas.
Es Adviento y queda tarea, siempre queda tarea por hacer. La Gracia de Dios lo hará posible en nosotros y nos acompaña la ternura de María y la fiel custodia de San José. Es hora de construir un Adviento nuevo y renovador, que el Señor viene y su Palabra no falla.
Seguimos en la brecha….
fr. JM. Rector del Socors