corpus16Fue a finales del siglo XIII, en Lieja (Bélgica), en el entorno de la abadía de Cornillon, donde surgió un fuerte movimiento de devoción y culto a la Eucaristía, estableciéndose algunas costumbres como la exposición y bendición con el Santísimo Sacramento. Y este movimiento fue impulsado por la priora de la abadía, la agustina Santa Juliana de Mont Cornillon.

Juliana había nacido en Retinnes, cerca de Liège (Bélgica), en 1193. Educada por las monjas agustinas en Mont Cornillon, profesó en el mismo monasterio, llegando a ser superiora de la comunidad. Impulsó la devoción a la Eucaristía, promoviendo la institución de una fiesta en su honor. Acogida la idea por el obispo de Lieja, Roberto de Thorete, se extendió por todos los Países Bajos y Alemania.

El Papa Urbano IV (Jacques Pantaleón), que había sido archidiácono de Lieja, y conocía de primera mano el movimiento eucarístico de Cornillon, impresionado también por el famoso milagro eucarístico de Bolsena, cerca de Orvieto, donde estaba la corte papal,  hizo que se extendiera la fiesta del Corpus Christi, fijándola para el jueves después de la octava de Pentecostés y otorgando muchas indulgencias a todos los fieles que asistieran a la Santa Misa y al oficio. Fue el Papa Urbano IV quien encargó el oficio divino de la fiesta a Santo Tomás de Aquino.

La muerte del Papa Urbano IV no permitió que se difundiera la fiesta como se había deseado, hasta que el Papa Clemente V ordenó de nuevo, en el concilio general de Viena (1311), la expansión de esta fiesta. A partir del siglo XIV se datan las primeras procesiones en honor de la Eucaristía.

Fue el Concilio de Trento quien decretó que todos los años se celebre esta solemnidad y el Santísimo Sacramento procesionado públicamente, expresando de esta manera la adoración a la presencia real de Cristo en la Eucaristía y el agradecimiento por este don, en el que se hace presente la victoria y triunfo de la muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.

La fiesta del Corpus Christi se celebra en la Iglesia Latina el jueves siguiente al domingo de la Stma. Trinidad. En España, desde hace unos años, se celebra el domingo siguiente, manteniéndose el jueves propio en lugares destacados de esta celebración como Toledo o Granada.

La manifestación solemne de la Eucaristía por calles y plazas, acompañada por la devoción de los fieles, es una expresión de adoración y de acción de gracias. La procesión es una prolongación de la celebración eucarística.

Los cristianos sabemos que toda Eucaristía conmemora la muerte y resurrección del Señor, donde Él se nos entrega como alimento para el camino, como verdadero “viático” para la vida cristiana, para caminar con su presencia en nosotros. Y sabemos que la Eucaristía es un reclamo para el ejercicio de la caridad. Que no podemos comulgar con Cristo si no comulgamos con nuestro prójimo sufriente. Que contemplarle en la Eucaristía y adorar su presencia, es agilizar los ojos y el corazón, para descubrirle después y amarle y servirle en el hermano necesitado. Si esto no es así la procesión del Corpus y su celebración se quedará en un espectáculo precioso, pero no conducirá a la vida, ni cambiará la historia, ni agilizará la presencia evangelizadora de la Iglesia.

En estos tiempos tan convulsos para la Iglesia y la sociedad, tan extraños, donde se dan de bruces en un choque cultural sin precedentes diversas interpretaciones y manifestaciones de ser hombre y mujer en el mundo, de la configuración de las relaciones humanas, de las relaciones entre los colectivos y las sociedades, de los pueblos y las naciones… en el corazón de un creyente resuenan con especial intensidad aquellas palabras del Apóstol Pablo en su carta a los Romanos: “Pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto. Y no sólo ella; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, nosotros mismos gemimos en nuestro interior anhelando el rescate de nuestro cuerpo. Porque nuestra salvación es en esperanza; y una esperanza que se ve, no es esperanza, pues ¿cómo es posible esperar una cosa que se ve? Pero esperar lo que no vemos, es aguardar con paciencia. Y de igual manera, el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables.” (Rom 8, 22-26).

Y el cristiano espera, espera siempre, anhelando siempre… Gime y sufre el mundo con dolores de parto y la espera se hace reto, tarea, combate, lucha, en el ejercicio de la justicia y la caridad, estableciendo espacios de libertad y de concordia, transmitiendo compasión y ternura y misericordia. El Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza, como dice el Apóstol, y lo vivimos en Iglesia, en comunión profunda con los hermanos que creen y esperan. Esto es hacer Eucaristía, hacer presente el Corpus Christi en una procesión de esperanza, día a día, esfuerzo tras esfuerzo, entrega tras entrega.

Que la fiesta del Corpus nos ayude a todos a vivir con espíritu verdaderamente eucarístico, para construir un mundo mejor.