Un año más en la Iglesia de la Mare de Déu del Socors de Palma de Mallorca hemos vivido unas intensas jornadas de oración y de piedad cristiana en torno a la figura de Santa Rita de Casia. El fenómeno ritiano en Mallorca es singular y tiene difícil explicación año tras año, más en estos tiempos tan extraños que nos tocan vivir. Algunos lo explican diciendo que es época de crisis, pero lo cierto es que el fenómeno de esta devoción tiene a sus espaldas siglos de expresión, que escapa a las simples explicaciones de sus observadores. Que Santa Rita atrae siempre a una impresionante masa de fieles año tras año y el fenómeno no se puede circunscribir a los días de la novena y fiesta; que siempre es espectacular, llamativo, extraordinario. Porque más allá de las fechas señaladas de mayo, día tras día, mes tras mes, la imagen de Santa Rita y su capilla es visitada, con un goteo incesante de fieles en nuestra iglesia, y tras ellos, esa carga de oración, de expectación, de gozo o de lágrima, que busca en la Santa de Casia el hilo del bálsamo y del consuelo, de la armonía y de la paz, de la intercesión y el favor del cielo.
En este mes de mayo, desde el día 13, en que celebramos la fiesta de Ntra. Sra. del Socorro, titular del templo, y hasta el día 21, ha sido incesante la presencia de fieles en los cultos de la tarde con motivo de la novena celebrada en su honor; más llamativa la afluencia el día 21 con la tradicional bendición de rosas. ¡¡¡Las rosas de Santa Rita!!! Se cuenta que siendo ya muy anciana y enferma, fue a visitarla en su monasterio de Casia una amiga del vecino pueblo de Roccaporena, donde la Santa había nacido. Y al preguntarle la amiga si deseaba alguna cosa, la Santa le dijo que deseaba una rosa de su jardín de Roccaporena. La vecina pensó que la santa deliraba, pues se encontraba en uno de los días más crudos del invierno. Al volver a Roccaporena y pasar por delante de la que fue casa de Rita, la vecina comprobó –asombrada- el rosal florecido con unas espectaculares rosas que, sin dudarlo, recogió y llevó de inmediato a Casia, para consuelo de la Santa.
La rosa hermosa, de bello color y olor, el suave aroma de la fe, de la esperanza y de la caridad; el aroma de la profunda confianza en Dios. Es un canto a la actitud radical de Santa Rita a lo largo de su vida. Y las espinas, que acompañan a la hermosura de la flor. No hay vida sin espinas, como no existió latido en el vivir de Santa Rita, sin que fuera acompañado por el dolor, la prueba y la dificultad. Y ahí la fortaleza de esta mujer ejemplar que vivió en todos los estados de vida con una impresionante entereza, cargada de virtud y con una asombrosa entrega al servicio de la caridad para con los pobres y necesitados.
Santa Rita no requiere de anuncios de periódico, de reclamos publicitarios… La normalidad, la sencillez, la grandeza de lo cotidiano, vivido en silencio y con una gran dosis de verdad y rectitud, hace posible que los fieles, de toda clase y condición, de toda edad y situación se acerquen a ella, en un silencio que llama la atención siempre en propios y extraños; que provoca asombro e inquietud… ¿Qué tiene Santa Rita? ¿Qué puede Santa Rita? Y no hay respuesta fácil, sino simplemente el silencio y el asombro y ser espectadores y protagonistas de esa larga fila de fieles, inacabable, que a lo largo del día de su fiesta; como la cantidad de fieles que participan hora tras hora en las misas de la mañana que celebran los PP. Agustinos del Socors, la atención al confesionario, la petición de oraciones, de bendiciones sobre objetos de devoción… El grupo intachable de devotos que se entregan a la Santa, para atender a tanto peregrino, a tanto devoto… Lo hemos dicho desde el comienzo: IMPRESIONANTE SANTA RITA.
Manden ustedes observadores, a sociólogos, a periodistas, a comentaristas… Que intenten dar una explicación a fenómeno tan singular. No se queden en la masa de fieles, de devotos, de curiosos, tal vez. Lleguen al corazón de cada uno, a cada latido, a cada esperanza. Hay un misterio de hermosura, de anhelo de Dios y de paz, de concordia y fraternidad; un anhelo de ternura, de acogida, de caricia de Dios, que Santa Rita sabe alcanzar –misteriosamente- a cada corazón, a cada latido que se pone ante ella y reclama atención.
Y los Agustinos del Socors, siendo conscientes de la fuerza espectacular de la devoción popular, se gastan y desgastan en servir a tanto corazón y a tanta devoción como día a día, mes a mes, año tras año, llega a esta iglesia del Socorro.