Querida Madre:
Tú sabes mejor que todos que aquí, en este rincón de la Ciudad de Palma, tienes solar y trono en el corazón de muchos cristianos, en especial de cuantos sienten a la noble tierra del Reino de Valencia en las honduras de su corazón. Desde el siglo XVIII los hijos de Valencia y muchos, muchos, incontables fieles, han venido a buscar tu rostro y tu ternura, a través de la venerable imagen de tu amparo y consuelo. En el Socors de Palma se han encontrado contigo multitud de desamparados y te han aclamado y venerado en tu fiesta, el segundo domingo del mes de mayo, y han solicitado tu intercesión en la fiesta de la Comunidad autónoma de Valencia en el mes de octubre, durante años, para pedir por la convivencia, la paz, el progreso de la tierra que les vio nacer o que vio nacer a sus mayores.
Tú sabes de cuantos abren la puerta del Socors y se encuentran contigo, dejándote –a veces- sólo una mirada, balbuciendo una oración, trazando el signo de la cruz, lanzándote un beso… El Socors es tu casa y, por ello, casa de todos.
Y nos duele, nos duele hasta las honduras del alma que hayan utilizado tu imagen para humillar a los creyentes; nos duele y nos confunde que la imagen preciosa y purísima que Dios nos ha regalado, para consuelo y amparo de sus hijos, la hayan utilizado con tanta inquina y odio, con tanta vulgaridad y tanto asco, para defender lo indefendible, la confusión de la condición y la dignidad del hombre y la mujer en esta locura siniestra que está rompiendo a la criatura humana, a la familia, a los valores que emergen del evangelio.
No tendrán nuestro odio. Eso nunca. Tendrán –eso sí- nuestra confusión, nuestro dolor, incluso nuestra incomprensión ante tanta siniestra mentira y tanta locura. Pero no vamos a permitir que brote en nosotros una pizca siquiera de odio y de venganza.
Y no podrán negarnos que escribamos estas letras para desagraviarte, confesándote nuestro amor, profundo, único, de hijos a su Madre. Unas letras para decirte, Madre de Jesús y Madre nuestra, Madre de la Iglesia, de los cristianos todos; Mare de Déu dels Desamparats, “eres el orgullo de todos los valencianos, sin excepción, de todos” (Card. Cañizares) y eres el puerto y consuelo de cuantos caminamos por la vida creyendo que es posible el perdón, la reconciliación, la paz, la armonía entre los que van construyendo la historia, a pesar de hacerlo desde frentes diversos, sin que nadie insulte a nadie, respetando la pluralidad y la diferencia, aunque no estemos de acuerdo.
“Ampáranos, Señora y Madre nuestra. Ampara a nuestras familias, a nuestros pueblos, a nuestra España, a nuestro mundo actual.
Aleja guerra y discordias. Une los corazones divididos con la alegría de sentirse, junto a Ti, hijos tuyos. Da, a los que tienen y pueden, ojos de misericordia, y corazón abierto. Da a todos pan, abrigo y amoroso hogar. Da salud a los enfermos, paciencia en el dolor a los que sufren, consuelo a los tristes, ilusión a quienes la han perdido. Aparta de las mentes el error, y de los corazones la debilidad. Mueve a los pecadores a volver en sí, y a los justos a virtud más alta. Haz que vivamos cantándote y que vayamos, con tu nombre en los labios, a contemplarte en la gloria junto a tu Hijo Jesucristo, que, con el Padre y el Espíritu Santo, vive y reina, Dios, por los siglos de los siglos. Amén”.
(Oración de D. Marcelino Olaechea y Loizaga, arzobispo de valencia -1946-1966-)