Esta frase de San Agustín (In ps. 62, 5) es bueno tenerla en cuenta en estos tiempos tan confusos y difíciles que tenemos que enfrentar. Los cristianos hemos de vivir en esperanza, porque creemos y confesamos que la salvación ya es un hecho en la entrega y obediencia de Jesús al proyecto del Padre. Los creyentes en Cristo hemos sido salvados (Ef 2, 8; II Ti 1, 9); estamos siendo salvados en el presente (I Cor 15, 2); y seremos salvados en el futuro (Rom 5, 9; II Tes 2, 14).

Por ello podemos gozar de la certeza, en medio de las oscuridades de la fe, de que sólo desde la esperanza, desde la mirada puesta en un futuro mejor, podremos –podrán los locos esos que se enfundan en el odio y la destrucción, unos y otros– construir la reconciliación y la paz, la justicia y el amor.

Decía el santo Obispo Agustín a sus fieles de Hipona:

Tú dices: son tiempos difíciles, son tiempos de opresión, son tiempos preocupantes. Vive correctamente y cambiarás los tiempos. Los tiempos nunca han hecho mal a nadie. Aquellos a los cuales se hace mal son los seres humanos; los que hacen el mal son los seres humanos. Por tanto, cambia a los seres humanos y cambiarán los tiempos.” (Serm. 311, 8).

Impresionante propósito para enfrentar las dificultades de nuestro tiempo y del futuro incierto que se nos avecina.

Vivamos correctamente, con dignidad; trabajemos por construir la paz en nuestro entorno; cuidemos con esmero los criterios y juicios sobre esta locura que quieren vendernos de buenos y malos; luchemos con denuedo por hacer posible el espíritu de respeto y tolerancia, de comprensión y bondad y ternura, como exige el evangelio de las bienaventuranzas. Confundamos este mundo de mal a base de bien, a golpes de identificación apasionada con el AMOR que brota del Corazón de Jesucristo; a golpes de CARIDAD, como derrama en nuestras vidas con exquisito tacto Santa María, la bienaventurada, a quien aclamamos como dulce Madre del Socorro.

De la misma forma que la oscuridad de la noche no puede apagar el brillo de las estrellas en el firmamento, la injusticia humana no puede extinguir la lucidez del espíritu que ha fijado su órbita en el firmamento de Dios y de las Escrituras.” (In ps. 93,29).

Esta certeza de Agustín es un buen deseo para estos tiempos que creemos confusos y difíciles. Que nada ni nadie extinga la lucidez de nuestro espíritu. Ésa es nuestra victoria. Por eso, a pesar de “la oscuridad de la noche”, podemos lanzar en el presente cantos de esperanza y desearnos unas felices vacaciones a los que puedan disfrutar de ellas, con sosiego en la familia y entre los amigos, con gozosa liberalidad; asentando nuestra fe en una esperanza abierta a la construcción de un mundo mejor: más justo, más noble, más bueno.

                                                           fray JM, Rector del Socorro. Palma