San Agustín, Obispo de Hipona

28 de agosto

El martes 28 de agosto, celebramos la solemnidad de San Agustín. La figura del Obispo de Hipona destaca en la historia de la humanidad por muchos y variados motivos. La Iglesia le considera uno de los más grandes pensadores y resalta siempre su plena conversión a la fe cristiana y su indiscutible entrega como pastor al servicio del pueblo.

Ante las diversas reacciones que ha provocado este año, como en los precedentes, un alarmante movimiento de población africana hacia las costas de Europa, queremos traer a la memoria un acontecimiento de la vida del santo que recoge en una carta escrita a su fiel discípulo y amigo el santo obispo Alipio de Tagaste, escrita hacia el 422-423. En ella Agustín narra la reacción de los fieles de Hipona ante la llegada a las costas de un cargamento de esclavos de diversas zonas, particularmente de Numidia, traído por traficantes gálatas. Agustín estaba ausente de Hipona y los fieles cristianos conociendo la costumbre de ofrecer limosnas para liberar a estos esclavos no dudaron, en ausencia de su obispo y pastor, actuar de la misma manera que él habría actuado: liberar a esos esclavos. Lo narra así en la carta a su amigo:

Cuatro meses antes de escribir esto, unos traficantes gálatas –pues son sólo ellos, o ellos sobre todo, los que se entregan con verdadera ansia a estos lucros– trajeron gente reunida de diversas zonas, y particularmente de Numidia. No faltó un cristiano ya bautizado, conocedor de nuestra costumbre respecto a las limosnas en estos casos, que lo denunció a la Iglesia. Acto seguido, estando yo ausente, los nuestros liberaron a casi ciento veinte hombres, una parte sacándolos de la nave en que habían sido embarcados y otra parte… del lugar en que habían sido ocultados para embarcarlos luego. De todos ellos, apenas se hallaron cinco o seis que hubiesen sido vendidos por sus padres. Respecto a los demás, cualquiera que oiga las distintas circunstancias por las que, a través de seductores y salteadores, llegaron a los gálatas, apenas contendrá las lágrimas.” (Carta 10*, 7)

No era cuestión de discursos, programas, propuestas… Era, es, sigue siendo cuestión de ejercer la misericordia, aplicando la justicia y la caridad. El evangelio no se enreda en discursos. El evangelio exige actuar. Otros se enredarán en palabrería y utilizarán los foros y medios de comunicación para generar propuestas, estudiar medios y estrategias, orquestar políticas con que seguir manteniendo un status de bienestar y seguridad, ofertando o no soluciones más o menos viables a problema tan complejo. Es a lo que nos tienen acostumbrados. Los cristianos, la iglesia -ayer, hoy y siempre- lo que tiene que hacer es –sencillamente– actuar. Como hicieron los fieles cristianos de Hipona, aun en ausencia de su obispo y pastor. Lo que hubiera hecho Jesús.

Que San Agustín, el divino africano, interceda para que esta difícil y compleja situación social, política y económica encuentre vías de estabilidad para unos y para otros. Nosotros hacemos memoria de este testigo del evangelio, a quien consideramos padre y amigo, celebrando su indiscutible actualidad una vez más.