comienzocursoCon el mes de septiembre iniciamos un nuevo curso en la amplia tarea pastoral de la comunidad agustiniana de Palma, desde la iglesia de Ntra. Sra. del Socorro y el colegio San Agustín. Y el inicio de un nuevo curso siempre es tiempo favorable para trazar proyectos y renovar el entusiasmo en la tarea que tenemos encomendada.

La esperanza es la levadura del amor”, dejó escrito San Agustín (In ps. 62, 5) y es cierto. La esperanza nos hace lanzar la mirada y el corazón, la intención y la voluntad, hacia la construcción de un futuro mejor, trazando el presente día a día con todo esfuerzo y bondad. Estos tiempos nuestros tan convulsos y difíciles, con tanta confusión en derredor, no pueden oscurecer nuestro hoy, y mucho menos condicionar nuestro mañana, nuestros proyectos y buenos deseos.

Decía el santo Obispo Agustín a sus fieles de Hipona:

“Tú dices: son tiempos difíciles, son tiempos de opresión, son tiempos preocupantes. Vive correctamente y cambiarás los tiempos. Los tiempos nunca han hecho mal a nadie. Aquellos a los cuales se hace mal son los seres humanos; los que hacen el mal son los seres humanos. Por tanto, cambia a los seres humanos y cambiarán los tiempos.” (Serm. 311, 8).

 Invitación certera en el comienzo de curso. Vivamos correctamente, con dignidad; trabajemos por construir la paz en nuestro entorno; cuidemos con esmero los criterios y juicios sobre esta locura que quieren vendernos de buenos y malos; luchemos con denuedo por hacer posible el espíritu de respeto y tolerancia, de comprensión y bondad y ternura, como exige el evangelio de las bienaventuranzas y las obras de misericordia, cuando estamos a punto de cerrar este Año Jubilar de la Misericordia, que con tanto afán convocó el Papa Francisco. Confundamos este mundo de mal a base de bien, a golpes de buena voluntad, de sabernos seguidores y testigos de Jesús y el evangelio. La Mare de Déu del Socors, como siempre, es compañera de camino: Madre de Gracia, del Buen Consejo y del Consuelo.

“De la misma forma que la oscuridad de la noche no puede apagar el brillo de las estrellas en el firmamento, la injusticia humana no puede extinguir la lucidez del espíritu que ha fijado su órbita en el firmamento de Dios y de las Escrituras.” (In ps. 93,29).

Esta certeza de Agustín es un buen deseo para estos tiempos recios que nos tocan vivir. Que nada ni nadie extinga la lucidez de nuestro espíritu. Ésa es nuestra victoria. Por eso, a pesar de “la oscuridad de la noche”, deseamos para todos un luminoso y esperanzado comienzo de curso, con el sano propósito de ir trazando con nuestro esfuerzo y tarea un mundo mejor: más justo, más noble, más bueno.